La cosa es así. Las casas están pegadas: una tiene
tejas y por dentro es luminosa como una iglesia; la otra, es un poco más chica,
tiene el techo de chapa y la luz tenue, como de velas. Las personas que las
habitan se tratan cordialmente y hasta llegan a ser buenos vecinos, aunque a
veces los de la casa de techo de chapa sacan la basura tarde y los otros
reniegan porque los perros rompen las bolsas. Una noche, del baile, el hijo
mayor que vive en la casa de luz tenue se vuelve con la hija del medio que vive en
la de luz blanca. Se despiden a la altura de la medianera. Curiosamente, ella
sueña con una cena de velas y él con una mañana de verano.
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