miércoles, 23 de septiembre de 2009

Entrevista a Gustavo Vera

“La Alameda es poder popular”

    La organización conocida por sus denuncias a importantes marcas lucha contra la trata de personas, el trabajo forzoso y el trabajo esclavo


    
Gustavo llega en su motocicleta destartalada con la cara colorada de frío. Afuera apenas llueve, en “La Alameda” un joven lee y otras cuatro personas charlan. Todos ellos posiblemente se hubieran mojado a principios de 2002 cuando se empezaron a juntar al frente, abajo del ombú, para realizar una olla popular y darle pelea a la crisis. “Obviamente no era una asamblea de ahorristas porque acá nadie tenía un mango, el problema tenía que ver con el hambre, con la desocupación y con la imposibilidad de poder pagar los servicios” recordará Vera en unos minutos, cuando se siente en el borde de la ventana.
La Fundación “La Alameda”, que nació como una asamblea popular durante el 19 y 20 de diciembre de 2001, está ubicada en el barrio Parque Avellaneda, en la esquina de Lacarra y Av. Directorio. En ese lugar, en el que hasta 1998 hubo un bar/café, funciona hoy un comedor para 120 personas, una cooperativa textil, un espacio de asesoramiento jurídico laboral para los trabajadores y cursos de todo tipo, entre ellos apoyo escolar para chicos. Gustavo Vera, docente de la Escuela número 10 de Villa Lugano y militante gremialista, es el presidente del Consejo de la asamblea al que describe como “cartón pintado” aclarando que las decisiones se toman de manera colectiva.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Haciendo Bulla

El año pasado realizamos éste documental que cuenta la historia de "La Chispa", una comparsa del Barrio Romero, ubicado en la periferia de La Plata.
La comparsa, formada por madres del barrio, tiene el objetivo de unificar a los pibes y "rescatarlos" para que no caigan en las drogas.
La producción fue realizada en el marco de la Cátedra de Audiovisual II de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.


domingo, 31 de mayo de 2009

No sé

    

Fue una tarde de domingo en la que me dispuse a caminar por la orilla de la laguna. El agua, como de costumbre en las tardes de verano calurosas, se encontraba planchada como si el cielo la estuviese aplastando. Sobre ella los últimos rayos del sol, que ya se estaba ocultando, marcaban un pasillo en el espejo húmedo y al final estaba sentada de espaldas hacia mí en una de las escalinatas.
Tomé un puñado de piedras del suelo, me acerqué lentamente y me senté a su lado.
- ¿Qué hacías? – plop, tiré la primer piedra.
- ¿Vos que hacías? – contestó sin mirarme.
- Yo nada, salí a caminar, a pensar un rato.
- ¿Y lo pensaste?
- ¿El qué? – pregunté medio desorientado.
- ¿Cómo el qué? ¿el qué va a ser?
Entonces la recordé tal cual con el guardapolvo blanco sobre las rodillas y sus dos trenzas, una mas larga que la otra. Nos volvimos a mirar y estábamos sentados, pero esta vez bajo el sol de invierno en el patio del colegio en el tercer recreo después de la hora de matemática.
-Sí, lo pensé – contesté entrecortado.
-¿Y? – volvió a preguntar.
Otro parpadeo y un pantallazo más. En la oscuridad un reflector le encandilaba los ojos, la música alta nos incomodaba.
Finalmente respondí:
-No sé.
Ahora sí, de nuevo en las escalinatas, se paró, me dio un beso en la mejilla y antes de irse me dijo: “cuando la dejes podes venir a buscarme”. Entonces, a pesar de que ya había oscurecido, mi vida se fue iluminada con la tarde como si caminara sobre el pasillo del sol. Y yo, acompañado de la duda, me quede tirando piedras al agua en la penumbra de la noche.

miércoles, 25 de marzo de 2009

En el río

La llevó lejos de la gente, a un lugar más virgen. Ella se sacó la remera y corrió al río, él se sentó en una piedra y empinó una botella de plástico con agua. Se quedó mirándola, observó la sutileza de su nado, la elegancia de cada brazo al extenderse, la vio flotar, hundirse y salir con la cabeza empapada, sacudirla y volver a sumergirse.
Sin pararse de la roca tomó un palo del suelo y se puso a dibujar en la tierra, miró el cielo y el sol lo encandiló, volvió la vista al río, ella lo saludó. Recordó las vacaciones anteriores, había visitado ese lugar con los amigos, con el gordo que se quejaba por la espalda quemada y Lucas que se zambullía al agua desde cualquier lugar, sonrió.
Ahora el aire pesado y húmedo hacia de aquella una tarde agobiante. Se paró para sacarse la remera y las zapatillas, volvió a sentarse. Solía ser indeciso para meterse al agua. Se distrajo con algo que flotaba, algo transparente que se balanceaba con el movimiento del río, su vista quedó fija en aquello mientras pensó otra vez en el pasado verano. Recordó aquel día en que se fueron del pueblo, un anciano los había llamado para decirles algo, habían entrado a su patio.
En la colimba. El viejo había estado en la colimba y se había enfermado de una cosa que se enferman las ovejas ¿Qué era? No, no la enfermedad, para qué los había llamado. Tenía campos en las sierras y un día había llevado un arqueólogo, eso si. Habían encontrado el cadáver de una indiecita abrazada a un mortero y el intendente del pueblo se la había expropiado. La había vendido o algo por el estilo, recordó que el viejo estaba enojado y hablaba con mucho rencor.
Pero, para qué los había llamado. En su memoria el hombre tampoco lo recordaba y divagaba con sus reliquias desparramadas por el patio: restos de meteorito, morteros de todos los tamaños encontrados en un campo y piedras con oro, les había regalado una a cada uno. Pensó que la conservaba en algún lugar, que debía buscarla cuando vuelva a la casa.
Ahora si se concentró devuelta en el río, ella no lo miraba, hacía la planchita panza al sol. La chistó, pero no lo escuchó. Regresó su vista a la orilla, que apreció más cerca, y volvió a ver eso que flotaba. No era tan transparente, era más bien brilloso en contraste con la luz del sol. Brilloso. Pensó en el brillo de los ojos cansados del viejo, en su bastón y en que se le escapaban algunos pedos, sintió la lástima que había sentido aquel día ¿Para que los había llamado? Él preguntó algo.
“Eso era” dijo el viejo, se acordó: “cuando la mica flota el río crece, rajen”. Eso había preguntado ¿Qué es la mica? Y Lucas le había contestado “lo que parece vidrio que esta ahí en el suelo” mientras señalaba aquel día la tierra, ahora el agua, lo transparente, lo brilloso, el río. El río que ya estaba a sus pies enfurecido.
Un hombre apareció desde arriba y dio un grito de alerta tardío, él corrió algunos metros y se tiro a buscarla, la alcanzó. Ella lo abrazó para no hundirse, sintió sus dedos arrugados como pasas frescas aferrarse al cuello y, un segundo antes de que la fuerza del agua le rompa la cabeza contra una roca, le dijo algo confuso. Después se desvaneció entre los dedos de pasa, que no pudieron soportar su peso, y el poder de la corriente. Ella apenas pudo flotar como la mica y levantar el brazo elegante para agarrarse de una rama y ser rescatada, él, víctima y héroe por un recuerdo, ya no pudo mirarla.

viernes, 6 de marzo de 2009

Walter Piancioli: "quise ser biólogo"

    El cantante, pianista y compositor de Los Tipitos comenzó acercarse a la música de muy pequeño sin saber aún que su mamá era profesora de piano y guitarra

    
Lo llamé mil veces hasta que al fin pudimos arreglar un horario y un lugar: “venite que tocamos a media cuadra del obelisco el jueves a la tarde”. Joya, me voy a ver reci y no le tengo que pedir la Guia T a mi hermano.
Finalmente el jueves me tomé el cole y tempranito estaba en Cerrito y Diagonal Norte. Ni bien llegué una chica que tenía en la mano un cartel con el nombre de la banda y el de una empresa telefónica me corrió media cuadra limándome la cabeza: “en media hora tocan Los Tipitos en aquel escenario”. Yo, que a veces creo que tener la primicia es algo importante, quise decirle que ya sabía hace unos días pero no me dejó hablar.
Al rato salieron de un edificio caminando, saludaron y se sacaron fotos con la gente. “Walter, yo soy Manu” atiné a decirle cuando paso por al lado mío, como si me conociera de toda la vida. “Joya, después del reci hacemos la entrevista” me contestó sorprendiéndome.
El show fue cortito, tocaron alrededor de ocho temas y la gente se copó. Terminaron, firmaron algunos autógrafos y se sacaron más fotos. Los esperé en la puerta del edificio del que habían salido y cuando llegaron, Walter me invitó a pasar.
Entramos y había algunos más para prensa, así que alguien dijo: “bueno hacemos todas notas juntas”. En bajito para que no me oigan los otros Tipitos le advertí a Walter “yo te la tengo que hacer a vos solo”, pero como tuve la leve sospecha de que Raul Rufino (guitarrista y cantante) me había escuchado, aclaré en voz alta: “lo que pasa es que la mía es de personalidad y ya tengo el cuestionario preparado” (por dentro pensé: si sabía que iban a estar todos me traía otros tres).
Finalmente subimos a una oficina de EMI y en otros reportajes Piancioli y Rufino contaron que estaban componiendo nuevas canciones para, si era posible, sacar un nuevo disco el año que viene (2009).
Cuando terminaron bajamos a un bar donde el grupo, entre amigos y novias, compartía unas cervezas. Mucho mejor y más cómodo, Willy, como lo llamaban ahí, pidió un agua y me invitó a sentar. Uno de los que estaba en la mesa me hizo un lugar: “vení por acá que me corro”:

¿Cómo empieza tu relación con la Música?
De muy chiquito. Yo los recuerdos que tengo más presentes son de jugar con un Winco que había en casa que sonaba muy bien por que era estero. Cuando ponía los discos, como tenía tres años y no sabía leer todavía, le hacía una marca en el papel del vinilo para saber de que lado era el tema que me gustaba y me acordaba de memoria el surco.
Después me subía también al taburete del piano y tocaba obviamente cosas sin sentido. No tocaba música, me gustaban mucho los comics y cantaba lo que veía en los dibujos de las revistas.
¿Por qué había un piano en tu casa?
Porque mi vieja era profesora de piano y de guitarra, igual yo no la escuche tocar hasta que cumplí ocho años más o menos. Un día entre a mi casa y alguien estaba tocando en el piano terriblemente bien, creo La Polonesa de Chopin. Entonces pensé “ah mierda quien toca así” y cuando miré era mi mamá. ¿Cómo tocas el piano? - le dije - Se empezó a reír mi vieja: “ah claro nunca me habías escuchado tocar”. Para ese entonces yo un poco ya sabía. Ella empezó ahí a tocar de nuevo y a dar clases.
¿Qué música te gustaba cuando eras chico?
Me gustaban diversas cosas, como ahora. Pero cuando descubrí Los Beatles, cuando cayó en mi casa un disco de mi tío, que creo era Plese Plese Me, me morí. En esa época yo tenía el Lego, que era un juego para armar, entonces hacía los cuatro Beatles en un escenario, ponía los dos parlantes del Winco y jugaba a que los veía tocar, flasheaba que los muñequitos tocaban.
¿Qué otra cosa pudiste haber sido?
Me gustaban mucho los animales. Quise ser biólogo. Entré a la universidad pero al año me di cuenta que no, que lo mío era la música, que no iba a poder hacer otro cosa que no sea la música.
¿Tuviste que trabajar en otro rubro?
Si, fui perfumero, vendí planes de medicina pre paga para mutual de médicos municipales y fui cadete de un estudio jurídico que está por el centro.También hice algún laburo de obra con mi viejo que es decorador de interiores y a veces me contrataba para lijar paredes y esas cosas.
¿Cuáles son tus objetivos a futuro?
Espero seguir laburando de esto y hacer mejores canciones. Siempre tengo presente que mi mejor canción todavía no la hice, me falta hacer una canción que me represente más, que me guste más, que me justifique.
¿Cómo componés?
Aspiro a tratar de que las canciones tengan elementos míos. Me critico mucho cuando compongo, sobre todo cuando laburo solo. Muchas veces peco de muy crítico conmigo y a veces me cuesta cerrar ideas.
¿Sos igual de obsesivo con otras cosas?
Soy bastante obsesivo con todo, mi psicóloga dice eso – risas-, pero con la música más por que no me permito algo más o menos. Ahí creo que esta bien canalizada la obsesión, en otras cosas en cambio se nota más la neurosis.
Si te tuvieses que describir ¿Qué dirías de vos mismo?
Me parece que soy una buena persona, estoy amigo con eso. Landricina dice que el cariño de la gente se mide en los velorios, yo creo que el mío va a ser muy concurrido.

La tarde se estaba terminando y yo me despedí del grupo. Una lástima, había mucha onda, si alguien decía que me quede a tomar una birra no lo dudaba.

Un recuerdo no muy feliz en La Feliz

Estando Mar del Plata en 1995, Los Tipitos, enfrentaron una época difícil. No solo por que tocaban mucho y ganaban poco dinero, sino por que un día les robaron prácticamente todos los instrumentos.
Ahora, ya lejana en el tiempo, suena graciosa la anécdota contada por Walter: “Era un lugar bastante despoblado, a media cuadra de la ruta. Hicimos un relevamiento en el barrio y algunos vecinos habían visto a través de un baldío como cargaban los instrumentos en una camioneta verde. Entonces con Raul empezamos a salir en bicicleta por toda la ciudad buscando una camioneta sin patente” recuerda y culmina con una sonrisa: “nunca la encontramos”.

Entrevista realizada en diciembre de 2008