sábado, 22 de julio de 2017

Parálisis del sueño

Creía que tenía el sueño liviano hasta que despertó. El mundo adquirió entonces el olor del aceite de oliva y en sus piernas, que ya no eran dos, sintió un temblor de truenos. Comprendió así que universo era equivalente a inconsciente. Todo lo real era nada. Y todo lo conocible, parcialmente conocible. A oscuras abrió el cajón de la mesita y agarró una libreta. Prendió el velador y la luz blanca estalló en infinitos pedazos. Vio escapar por la ventana a su sombra, que antes le hizo fuck you. Todo el cuerpo le empezó a picar y transpirado volvió a despertar percibiendo que no sería la última, pero sin estar demasiado seguro. Así, quizá, por siempre.

jueves, 23 de marzo de 2017

Encierro

Detrás de las rejas de la ventana de su living, lo primero que le molestó fue ver a los vecinos de enfrente disfrazados de gauchos y a los de al lado de los Beatles. Sí hubiese podido, también habría estado ahí afuera pero esa herencia maldita (no la del juego de de sillas de roble, el sillón capitoné y el piano de cola negro que estaban a su espalda, sino el legado invisible de todo eso) lo llevaba a odiar cualquier cosa que se pudiera interpretar como el vuelo de un pájaro.
Recordó, casi sin darse cuenta (porque sus pensamientos siempre estuvieron guiados en una especie de riel, aunque nunca lo supo), una visita a los veinte años al pueblo de un amigo de la facultad en una noche de febrero, los colores opacos de un carnaval organizado con poca plata y el blanco encandilante de la espuma con la que le mojó la cara a una chica pelirroja. Quizás fue la salida más feliz de su vida, aunque una vez, cuando le preguntaron cómo la había pasado, la describió con las palabras de un antropólogo.
Por eso mismo, asomado tras las rejas, miró ahora esa kermés con el pesimismo de quien espera la peor tormenta. No respondió al saludo del falso George Harrison, ni se rió con un desconocido que pasó envuelto en papel higiénico simulando ser una momia. Agitó la mano, como queriendo expulsar el humo de la choripaneada que estaba entrando a su casa, y después cerró la ventana y el postigo.
Como de costumbre, la noche lo encontró entonces tomando un vaso de whisky en la penumbra del living. Afuera sonaba una cumbia que no conocía pero descifró triste, cuando levantó la cabeza y vio enmarcada una foto sin colores de sus abuelos. Lo asombró que detrás de sus gordas y sonrientes caras de principios de siglo se podía distinguir el piano de cola, algo en lo que nunca había reparado. Entonces siguió bebiendo hasta quedarse dormido. Se soñó en blanco y negro, y adentro de un cuadro. 

jueves, 5 de enero de 2017

6 de enero

Un 6 de enero, dejaron las bestias afuera y entraron pateando la puerta. Uno dijo que traían un regalito y el más morocho rio fuerte. El tercero levantó el arma con un “arriba las manos”. El niño, descalzo, se quedó absorto al descubrir que los Reyes Magos eran policías.  

viernes, 9 de diciembre de 2016

La épica

Hace un año, fui una hormiga en la Plaza. El cielo se tiño de naranja cuando empezaste a hablar y el silencio, profundo como un sueño dentro de otro sueño, se hizo escuchar. Vi llorar a un hombre mayor que consolaba a los más jóvenes diciéndoles que iban a tener otra oportunidad. Vi banderas te todos los colores y, cerca de la parada del subte, una chica me preguntó “de cuándo” era K. Hace un año, cuando ya oscurecía y el eco de tu voz amplificada (desde algún lugar que no logré identificar) dejaba de escucharse, entendí que la épica se construye casi por casualidad. Entonces, esa plaza empezó a desarmarse. Mientras caminábamos desperdigados por Diagonal Sur imagine que un gran pie se había hundido en nuestra montaña de tierra.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Instante

El miedo le sube desde la panza como un hipo. Casi las doce. Enfrente, la luz tenue del piso once aún está encendida y en la mesa, imagina, que un plato sucio, con una cáscara de manzana en espiral, es la única huella de que aún hay historia. En su terraza, no vuela una mosca y, abajo, los autos dejaron de pasar. El domingo agoniza en el resoplo que practica. Si se tira, ¿todo termina o vuelve a empezar?

miércoles, 21 de enero de 2015

Guitarra

De la funda, saco la guitarra y la apoyo en el sillón. Es marrón, de madera y sus cuerdas, recién puestas, están tensas como mis músculos. La miro, te miro. No será como vos, pero se deja tocar, digo. Vos reís, reboleás el pelo y te hechás para atrás en la silla.
-Una de los Stones.
La agarro y esgrimo unos acordes de She is rainbow. Entonces, empinás el último trago de vino y te parás en la silla. Te levantás la remera hasta que te queda enganchada del pelo, como una vincha. Estás en corpiño, levantando las manos en forma de ve cuando termino la canción con la última gota de aire.
A la mañana siguiente, hace calor. Me levanto de un salto con la remera empapada. Las baldosas del piso están frías cuando camino hasta la ventana y tiro de la manija metálica. Una ráfaga de viento tibio entra de golpe y hace sonar las cuerdas graves (ahora, la guitarra está en su apoyo al costado de la cama). Me acerco hasta vos y te destapo. Abrazame, decís. Silbo She is rainbow.

sábado, 10 de enero de 2015

Casas

La cosa es así. Las casas están pegadas: una tiene tejas y por dentro es luminosa como una iglesia; la otra, es un poco más chica, tiene el techo de chapa y la luz tenue, como de velas. Las personas que las habitan se tratan cordialmente y hasta llegan a ser buenos vecinos, aunque a veces los de la casa de techo de chapa sacan la basura tarde y los otros reniegan porque los perros rompen las bolsas. Una noche, del baile, el hijo mayor que vive en la casa de luz tenue se vuelve con la hija del medio que vive en la de luz blanca. Se despiden a la altura de la medianera. Curiosamente, ella sueña con una cena de velas y él con una mañana de verano.