lunes, 22 de diciembre de 2014

Rutina

Llegó a la oficina cinco minutos tarde y un poco desalineado, con la barba crecida. Nadie le dijo nada, pero sintió culpa. A media mañana, terminó el balance de fin de año y se sirvió un cortado de la maquina del pasillo. Después, la secretaria del jefe le trajo unos papeles verdes, amarillos y rojos. “Son para el lunes, Gustavo”. La vio salir moviendo el culo. Almorzó un sándwich de jamón y queso con agua mineral. Miró el Facebook, las noticias deportivas y se puso con eso. Cortó con un pucho en la terraza a media tarde, para bajar la ansiedad. A esa hora siempre le temblaban las manos. Volvió al escritorio: un par de sumas, restas, divisiones; Enter. Levantó la vista y vio caer el sol por la ventana. Había muerto, como cada tarde.

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